miércoles, 19 de agosto de 2009

Huamanquiquia: Historias ausentes y recuerdos traumáticos

Aun no puedo dejar de pensar en la magnitud de la violencia ocurrida en la localidad de Huamanquiquia y pueblos vecinos, situados en el centro-sur de Ayacucho, luego del viaje último que realicé a estos pueblos. Sencillamente, me amerita escribir, porque es lo único que me motiva hacer, para evidenciar las historias ausentes y traumáticas que aún queda por explorar. Pienso en un sentido humano, lo inhumano que se cometió en estas comunidades, tanto por los senderistas como por los militares. Pero: ¿Cómo podemos dialogar desde las dimensiones humanas las prácticas inhumanas de estos actores armados? El hecho de matar cruelmente, torturando, degollando, mutilando o quemando los cuerpos, nos lleva a pensar: ¿Qué grado de convencimiento hay en el ser humano como para actuar de esa manera? ¿Cómo entender la transformación de lo humano en un otro inhumano? ¿Cómo pueden los humanos exterminar a otros humanos? Para algunos ejecutores fue un “error” o “exceso” de la guerra, y punto.

En principio debo decir que a veces siento una incapacidad de no poder responder a estas inquietudes personales. Porque mi experiencia personal y el interés por entender el pasado de la violencia política desde las dinámicas locales, me trazan desafíos, que ponen en tensión la experiencia del investigador con el objeto de la investigación, cuando se entretejen procesos como el “acontecimiento vivido” y el “acontecimiento recordado”. En ese camino, la reconstrucción real del pasado, es un proceso a la vez problemático, no solo para los que recuerdan (víctimas y ejecutores), sino también para el investigador, porque son experiencias que asimilar, traumas que pensar, en la medida en que tratamos de entender los sentidos y significados de los eventos ocurridos, como parte de un proceso de recordar y olvidar una “experiencia límite”.

Hace exactamente 25 años, el 15 de agosto de 1984, los militares de la BCS N° 34 de Pampa Cangallo, a bordo de un helicóptero, bajo el supuesto: “territorio senderista”, ingresaron a la comunidad de Tinca y desaparecieron a 14 personas. Los días siguientes, el 16 y 17 de agosto de 1984, esta vez a bordo de dos helicópteros, en las comunidades de Huamanquiquia y Uchu, detuvieron, asesinaron, quemaron y ejecutaron a más 25 campesinos, en el anexo de Qechahua del distrito de Sarhua. Mientras dos jóvenes mujeres fueron ultrajadas, mutiladas y aventadas a un paraje inhóspito, cuando ya no les era útil. La mayoría de las víctimas eran campesinos que iniciaban una vida conyugal. De hecho, sus esposas también quedaron muy jóvenes, viudas, como ellas dicen: “quedamos como wakchas”, porque dependían de la manutención de sus esposos. En los tres pueblos los militares destruyeron sus viviendas, saquearon diversas pertenencias y en todo momento agredieron verbalmente a las víctimas. A algunos de ellos les cortaron la lengua y las orejas y los obligaron a comérselas. Los pobladores de Qechahua contaron que los detenidos fueron torturados y que a algunos se les mutiló los brazos, manos y piernas, aún estando vivos, mientras gritaban pidiendo auxilio. Luego los acribillaron y los quemaron en chozas. Posteriormente fueron enterrados por los comuneros de Qechahua.


Asociación de Artistas Pintores de Sarhua (ADAPS). Colección “Piraq Cuasa”, Tabla n° 18: “Infierno en Qechahua”


Ocho años más tarde, el 01 de julio de 1992, los senderistas, vestidos con uniforme de militares, degollaron a 18 campesinos y cortaron las trenzas de 17 mujeres, en la localidad de Huamanquiquia, en un acto de “represalia”, porque los campesinos habían tomado la decisión política de rechazar a los senderistas. Esta acción dejó como secuela otro grupo de viudas y wakchas. Por eso en mi primera visita a este pueblo las mujeres me dijeron: “warmisapam kaniku kay llaqtaykupiqa” (somos muchas viudas en nuestro pueblo). La narrativa de las viudas sobre esta masacre señala con términos quechuas como: “kuchurusqa kunkanta” (“le habían degollado”); “chitqarusqa humanta” (“le habían partido su cabeza”); “chamqarusqa uyanta” (“le habían destrozado el rostro”). Una de las viudas recuerda: “Cuando llegué al auditórium [escuela inicial] encontré a la gente muerta, todos boca abajo y mi esposo estaba boca arriba, cortada con hacha parte derecha de su cara y punzado en la espalda, lo habían matado con palos de leña y piedras a las 18 personas, y las mujeres que estaban presentes les había cortado el cabello”. (Archivo CVR, Testimonio 203015).



“La sangre corría como una lloqlla”. Dibujo de Mercedes Vivanco, 26 años, campesina. Huamanquiquia, Ayacucho, febrero de 2008.


Sendero Luminoso (SL) se propuso hacer una guerra campesina contra el Estado, para tomar el poder y construir un “nuevo estado”, sin embargo, lo que SL terminó instalando en la práctica es todo un aparato jerárquico y totalitario, utilizando los medios políticos y simbólicos crueles e inhumanos de culto a la violencia (la cuota de la sangre). Por su parte, el Estado, a través de las Fuerzas Armadas (FFAA), entraron a la defensiva sin alguna estrategia, envolviendo a toda la población campesina como senderista. Siguiendo los mismos patrones ofensivos de SL, las FFAA imitaron las prácticas crueles e inhumanas de sus enemigos, militarizando las relaciones intercomunales e intracomunales. Fue entonces, que la guerra se tornó como una “zona gris”, en una dinámica de quién es más cruel con sus víctimas: “Si el Estado mata, yo también mato… y si SL corta orejas y lenguas, entonces yo también corto orejas y lenguas”, ese parece ser la frase de la guerra, en su sentido más leviatán. Y allí me cuesta decir que lo inhumano pueda estar presente en lo humano.

Los dos asesinatos masivos ocurridos en la localidad de Huamanquiquia es una experiencia de trauma social para estos pobladores. Siendo la secuela más inmediata la vivencia del miedo y el terror, que se prolonga hasta la actualidad. Dolor y aflicción que aún no termina de procesarse. Marcas y huellas que se alojan en los espacios más intrínsecos de la víctima. Aluden, el trauma como un proceso de trastorno mental y de anormalidad. Esto se puede percibir cuando dicen: “no estoy en mi sentido”, “no estoy en mi término”, “ya no estoy normal”, “el sol no alumbra bien para mí”, “ando como una loca”, “hablo sola”, “estoy como traumada”, entre otras frases. Este es el drama y trauma que viven intensamente hasta hoy los pobladores y pobladoras de Huamanquiquia.

martes, 11 de agosto de 2009

La memoria de Putis: De la “piscitumba” a un Campo Santo

“Hermano mío no me vayas a olvidar, hermano y hermana nunca me olviden; en el fondo de tu corazón siempre me vas a guardar, estés donde estés guárdame en tu memoria” (Canción de Telésforo Huashuayo, “Si no vuelvo, búsqueme en Putis”).[1]

El pasado viernes 26 de junio en la ciudad de Ayacucho, mientras me dirigía a comprar el boleto de regreso para Lima, escucho el gemir de una guitarra y la voz nostálgica de un gran amigo, Abilio Soto Yupanqui, músico y folklorista ayacuchano, quien se encontraba en el escenario de una radio-teletón, haciendo vibrar su quru guitarra (guitarra mocha), sumándose a la campaña de “Solidaridad y Justicia para Putis: Ayúdanos a construir nuestro Campo Santo”, en el parque María Parado Bellido, frente a la antigua cárcel de Ayacucho. El evento fue organizado por la Asociación Paz y Esperanza, el Consorcio Projur y la Comisión Multisectorial para la Reconstrucción de Putis. Además, en el acto se podía distinguir diversas personas que miraban con tristeza la exposición fotográfica y artística de la violencia política, había bolsas de cemento y ladrillos donados por el público, y una caseta donde la gente se acercaba a colaborar con dinero de acuerdo a su alcance.

Escribir sobre la memoria de la barbarie ocurrida en el pueblo de Putis, localizada en el distrito de Santillana, en las alturas de Huanta, Ayacucho, es muy doloroso; sin embargo, lo intentaré, a través del recorrido de las letras de una poesía testimonial: Putis Llaqta/ Pueblo de Putis, cuya autora es la profesora Felicitas Pozo Chávez (Huanta - 1946), de la Asociación de Quechua de Letras y Artes Ayacucho-Chanca (QANTU). La poesía fue publicada en el boletín n ° 3 de Qantu, el 12 de setiembre de 2008, en la ciudad de Ayacucho. La poesía comienza con un sentido humanitario y muestra de solidaridad con el pueblo de Putis y sus deudos.

Tukuy tiqsi muyun/ Todo el mundo
riqsiykusunki/ ya te conoce
pitaq mana waqaykuspa/ quien no llora
hukllawakusunkichu./ y se solidariza contigo.


Foto 1: El pueblo de Putis en las alturas de Huanta. Foto de Alain Wittmann.

En Putis fue hallada la fosa común más grande de “ejecución extrajudicial” que conocemos hasta el momento como obra del Ejército Peruano durante el periodo de la violencia política desarrollado en el Perú, entre 1980 y 2000. Según la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) en Putis, fueron asesinadas 123 personas por los militares, en diciembre de 1984. De ellos, diecinueve eran menores de edad.[3]

Putis llaqtallay/ Querido pueblo de Putis
imayna yana sunquraq/ como será el negro corazón
pipa kamachisqanraq/ y quienes darán órdenes
chay wayrurukuna/ a aquellos militares.

Hasta los comienzos de la guerra, Putis era un pueblo abandonado en los confines de nuestra serranía. Quizá por eso fueron los miembros de Sendero Luminoso (SL) los primeros foráneos en llegar a Putis, luego llegaron los militares persiguiendo a los senderistas. En respuesta, los de SL elevaron sus acciones asesinando al teniente gobernador de Putis y más tarde obligando a los campesinos a abandonar su comunidad para moverse a las “retiradas” en los cerros; por eso, los militares vieron a los campesinos como “terrucos”, cómplices de los senderistas.

Manachu mamayuq,/ No tendrán madre,
manachu paniyuq,/ no tendrán hermana,
manachu wawqiyuq,/ no tendrán hermano,
chay suqru butaskuna/ ésos que calzan botas.

Cuando los militares establecen su base en Putis convocan a los campesinos a retornar al pueblo, les ofrecen seguridad y desarrollo, construyendo una “piscigranja”. Los campesinos creen en el ofrecimiento y retornaron, cavaron la inmensa fosa durante tres horas y luego fueron reunidos en varios grupos. Fue entonces que los militares los dispararon a matar para luego enterrarlos en la fosa excavada, al mismo estilo nazi.

Wiksanku ukupi/ Con su hijito
wawachantinta,/ en su vientre,
kuchuykunankupaq/ por qué los cortaron
balyaykunankupaq./ por qué los balearon.


Foto 2: Juan Carlos Tello, iniciando el trabajo de excavación, junto con Katya, Franco y Karin. Foto de Alain Wittmann.

En mayo y junio de 2008, los miembros del Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF), por encargo de la Segunda Fiscalía Penal Supraprovincial-Ayacucho, realizaron, como Peritos Oficiales, la Diligencia de Exhumación de cinco Fosas ubicadas en la localidad de Putis. Entre fines de agosto y comienzos de setiembre, el EPAF realizó la exposición de centenares de prendas y objetos personales de los restos hallados en las fosas comunes de Putis, no solo para que los familiares puedan ayudar a identificar a sus deudos, sino también para denunciar públicamente esta barbaridad y la necesidad de hacer justicia. La exposición se dio en la ciudad de Huanta, en el distrito de Santillana y en la misma localidad de Putis.

Manacha runaqa/ Ser humanos
kanmanchu/ no creo que sean
warmachakunata huñuykuspa/ aquellos que juntaron
kañaqkunaqa./ niños e incineraron.

Lo más doloroso de la exposición fue quizás ver las ropitas de los niños. Esta exhibición itinerante fue registrada por el fotógrafo peruano Domingo Giribaldi, que en noviembre de 2008, se expuso, por primera vez, el testimonio visual titulada: “Si no vuelvo… búsquenme en Putis”, en la galería de la imagen, en la ciudad de Lima. Desde entonces la muestra fotográfica ha recorrido por el interior del país, para sensibilizar a los sectores insensibles y al público visitante, por los EEUU y Europa, para sensibilizar a la comunidad internacional.

Pampasqa pachakunapim/ Entre las ropas exhumadas
kasqa waknaña/ están los pañalitos,
pañalchakuna, uya watachakuna/ pañuelitos de cara
añilluchankuna, pili milipas./ anillos y pili milis.

Foto 3: Los familiares de las víctimas reconociendo las prendas de sus deudos en el sitio de Mashuacancha en Putis. Foto de Domingo Giribaldi.

Hasta ahora, Putis sigue viviendo en la indiferencia, exclusión e invisibilidad ¿Cómo es posible? Es una muestra todavía de la continuidad de nuestro país fragmentado social y culturalmente. Los asesinados de Putis eran campesinos quechua hablantes y alto-andinos; no tenían documentos de identificación; es decir, ni siquiera existían legalmente, no eran ciudadanos peruanos; quizá por eso, el desprecio a sus vidas por parte de quienes los ejecutaron; quizá por eso, aún hay indiferencia, nos cuesta recordar este suceso; quizá por eso, la memoria como deber aún no es posible; quizá por eso, el amor por la humanidad, por la justicia y la verdad, aún no es parte de nuestra cultura de vida.

Wayqachaypi kuka kintu/ Coca quinto de mi bolso
willaykullaway yachachkankim/ comunícame tu saber
maypitaq tariyman/ dónde se puede encontrar
justicia nisqankuta/ esa justicia que llaman.

Así mismo, los familiares de las víctimas no han hallado respuesta explícita desde el Estado respecto a lo que pasó realmente con sus deudos. Este caso, como muchos otros aún es parte de la agenda pendiente. Si bien el Estado tiene obligación de investigar cualquier tipo de crimen de violación a los derechos humanos durante el periodo de la violencia, se hace necesario que establezca la búsqueda, recuperación, identificación y restitución de las víctimas bajo un “paraguas humanitario”[4], es decir, que vaya más allá del protocolo judicial o de la agenda política, utilizando los elementos de la “justicia restaurativa y retributiva”, con la participación de los afectados o los familiares de las víctimas, para garantizar la confianza en el proceso judicial y así ayudar a cerrar el ciclo de duelo, con la restitución de los restos de sus seres queridos, en un acto de reparación simbólica.

Foto 4: Los forenses del EPAF en pleno trabajo de recuperación de los restos de las víctimas. Foto de Alain Wittmann.

Además, la búsqueda humanitaria no perjudica la judicialización, siempre y cuando la recuperación de la evidencia en el proceso de la búsqueda se haga de manera protocolizada. El “paraguas humanitario” favorece el dar respuesta, mientras que los procesos judiciales por definición obtienen evidencia y por su naturaleza, los procesos no siempre tienden a dar respuesta, convirtiendo a los familiares de las víctimas en rehenes de la justicia. Los responsables de la masacre en Putis tendrán que explicar a los familiares, a los/as peruanos/as, a la historia, ¿porqué cometieron esta masacre? Los encubridores y cómplices, que ocultan los nombres de los asesinos, tienen mucho que decirnos. Sin embargo, tarde o temprano la diosa Alethia revelará los secretos de esta ejecución tan vil; mientras tanto, con la ayuda de la diosa Mnemósine, nos mantendremos vigilantes para que este acontecimiento se esclarezca y no quede en el olvido.

A fines de agosto de 2009, con ocasión del VI Aniversario de la CVR y el Día Internacional de los Desaparecidos, se tiene previsto enterrar los restos de las víctimas asesinadas en Putis. Será una caravana de solidaridad que prevé actividades culturales, misa y velorio, tanto en la ciudad de Ayacucho como en la ciudad de Huanta, para finalmente realizar el entierro de los restos en un Campo Santo construido en la comunidad de Rodeo del Centro Poblado de Putis. En el evento participarán las organizaciones de familiares de víctimas, los movimientos ciudadanos por los derechos humanos, autoridades gubernamentales y ediles, y personalidades reconocidas del país y de la comunidad internacional. Será una fecha de conmemoración en el que podamos regocijarnos y construir memorias para la reconciliación social y con ello a la restitución del tejido social ¡Acompañemos a cerrar un capítulo de la memoria de Putis!
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[1] Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF), Fotos Domingo Giribaldi. Si no vuelvo, búsquenme en Putis. Lima, 2008. El artículo fue publicado en la Revista Ideele Nº 194 (http://www.revistaideele.com/node/522). Agradezco a José Pablo Baraybar y a Carmen Rosa Cardoza por sus comentarios y sugerencias al borrador del texto. Mucho del análisis sobre el “paraguas humanitario” se la debo a él y a ella. Amplio también mi agradecimiento a Ruth Borja Santa Cruz, por sus valiosas apreciaciones.
[2] Comisión de la Verdad y Reconciliación, Informe Final, “Ejecuciones extrajudiciales en Putis (1984)”, 2003, tomo VI, pp. 134-145.
[3] José Pablo Baraybar y otros, “The need for a centralized and humanitarian – based approach to Missing Persons in Irak: an example from Kosovo”. En: The International Journal of Human Rights, September 2007, 1364-2987:265.